EDITORIAL | Las bandas haitianas ya no tocan la puerta: la están empujando

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Por Junior R. Henríquez
InfoENN El Nuevo Norte

En Haití, ya no queda gobierno. Lo que impera es la ley de las bandas. Hoy, se estima que más del 90% de Puerto Príncipe está bajo el control absoluto de pandillas armadas, lideradas por figuras como Jimmy Chérizier, alias “Barbecue”. En lugar de autoridades legítimas, lo que hay son caudillos del crimen imponiendo su voluntad a sangre y fuego. El Estado haitiano es ya un cascarón vacío, y esa inestabilidad, que muchos miraban con indiferencia, ahora representa una amenaza directa para la República Dominicana.

En el día de ayer, el presidente Luis Abinader se reunió en Santo Domingo con los tres expresidentes de la nación. Este encuentro, sin precedentes recientes, no fue protocolar. Fue una advertencia. Allí se presentaron informaciones altamente sensibles que evidencian el riesgo real y creciente que representan las bandas haitianas, no sólo para su país en ruinas, sino para nosotros, los dominicanos.

La situación es clara: no estamos frente a una crisis migratoria convencional. Estamos frente a una crisis de seguridad nacional. No hablamos de simples desplazamientos de personas buscando oportunidades; hablamos de estructuras armadas, organizadas, capaces de cruzar nuestras fronteras y sembrar el caos si no se actúa con firmeza.

Las bandas haitianas no solo controlan calles, barrios y rutas comerciales en Haití. Están ganando poder político, económico y militar. Y lo más alarmante: están acercándose peligrosamente a la frontera dominico-haitiana. No es paranoia, es precaución. Porque el día que una de esas pandillas se atreva a cruzar con armas nuestras líneas divisorias, no estaremos hablando de migración ni de derechos humanos. Estaremos hablando de defensa nacional.

La reunión entre el actual mandatario y sus antecesores debe verse como una señal de alarma: un llamado a la unidad, al fortalecimiento de nuestras fuerzas armadas, a la vigilancia extrema en los puntos fronterizos, y sobre todo, a la construcción de una política migratoria coherente, sólida y soberana.

No se trata de odio, ni de xenofobia. Se trata de seguridad, de estabilidad y de supervivencia. Quien hoy no ve el peligro, mañana será víctima de su ceguera.

Es hora de que República Dominicana actúe con la seriedad que exige este momento histórico. No podemos darnos el lujo de improvisar. No se juega con fuego cuando se tiene pólvora en las manos.

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