Por @Acechen
Ángel Martínez no está preso por lo que dice, sino por cómo y dónde decidió hacerlo. El autodenominado “investigador y comunicador” sabía perfectamente que tenía una orden de arresto pendiente desde el año 2021, y aún así optó por entrar al país, grabarse en vivo en zonas estratégicas y provocar abiertamente a las autoridades.
¿Fue por ignorancia? No. Fue por estrategia. Martínez quiso llamar la atención del Estado, de los medios y del público. Y lo logró. Pero también se buscó su detención.
Hubiera sido mucho más sencillo —y más prudente— grabar sus denuncias desde Miami, como lo ha hecho por años, o incluso transmitir en altamar a bordo del crucero MSC World America. Sin embargo, eligió un camino arriesgado: grabarse dentro del país, entrar sin autorización a zonas sensibles como el cuartel policial en construcción en Sosúa y el malecón de Puerto Plata, y desafiar públicamente a las instituciones judiciales.
Ese no fue un acto de libertad de expresión. Fue una provocación calculada.
No se trata de callar voces, sino de respetar las reglas del juego. La justicia puede estar sujeta a debate, pero los procesos judiciales existen. Y si alguien tiene cuentas pendientes con la ley, lo mínimo que debe hacer es enfrentarlas, no desafiar el sistema con cámaras en mano.
Hoy, Ángel Martínez está preso porque él mismo eligió ese desenlace. No lo atraparon por sorpresa ni lo callaron por censura. Se entregó a su propia narrativa.