Sosúa, República Dominicana.- Desde la llegada de su padre en 1954 y su propia llegada en 1961, Avital Ben-David Neumann ha sido un pilar espiritual y humano en la historia de la colonia judía en Sosúa. No fue solo un inmigrante, ni simplemente el hijo de un sobreviviente del Holocausto. Fue, sobre todo, un guía espiritual, cantor y guardián de la memoria colectiva de una comunidad marcada por el dolor y la esperanza.

Su padre, Manfred Neumann, un judío profundamente religioso nacido en Breslau, Alemania, fue el primero en entender que había que huir. Advirtió el peligro del nazismo antes de que se concretara en tragedia. Logró escapar a Israel, mientras su familia —padre, madre, hermanos— fue exterminada durante el Holocausto, por el simple hecho de ser judíos.

Manfred luego emigró a la República Dominicana, dejando atrás una Europa rota. Se estableció en Sosúa, donde la visión espiritual no tardó en renacer.

“Papá era muy religioso y entendía la tradición judía como algo vivo. Cuando vio que el que dirigía la sinagoga aquí no hablaba hebreo ni conocía la tradición, decidió tomar las riendas. Me pidió que lo ayudara”.

Así comenzó un compromiso que duraría 16 años, en los que padre e hijo se encargaron de mantener encendida la llama espiritual en una comunidad que, aunque reformista y no ortodoxa, encontraba en la sinagoga su refugio sagrado.

“Papá me enseñó a ser cantor, me enseñó sobre la ley de Moisés, sobre los 613 preceptos. Yo no sabía cantar, pero aprendí. Y cada Shabbat, cada Bar Mitzvah, cada Yom Kippur… todo se hacía con devoción”.

La sinagoga no era solo un lugar de oración. Era el centro emocional donde se recordaban a los muertos del Holocausto, en especial durante el Iskor, el rezo por los difuntos.

“Ahí era donde las lágrimas salían. Nadie hablaba mucho del pasado, era demasiado doloroso. Pero lloraban, y eso decía todo”.

A pesar de los desafíos del clima, el sistema colectivo y la adaptación cultural, muchos de los judíos que llegaron a Sosúa —gracias a la intervención de la DORSA y del gobierno dominicano— lograron establecerse temporalmente. Sin embargo, con el tiempo, muchos emigraron a Estados Unidos.

Avital, en cambio, se quedó. Fundó su familia aquí, se casó con Nieve, tuvo tres hijos: Amir José, Orly e Ilana Neumann Hernández, y dedicó su vida a sostener el alma de la comunidad judía de Sosúa.

“Siento orgullo. Porque yo y mi papá fuimos quienes mantuvimos el espíritu judío aquí. No era solo religión. Era identidad, era memoria, era supervivencia”.

Hoy, la historia de Avital Ben-David Neumann no es solo la de un cantor o un guía espiritual. Es la historia de cómo un pueblo que casi fue aniquilado encontró en un rincón del Caribe una nueva oportunidad para vivir… y para orar.

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