En medio de los rumores, los titulares alarmistas y las discusiones de pasillo sobre supuestas quiebras y déficits millonarios, es necesario recordar algo esencial: SENASA no es solo un seguro, es un salvavidas para millones de dominicanos que, de otro modo, estarían condenados a enfrentar solo enfermedades de alto costo y gravedad.
Desde la pandemia, más de dos millones de nuevos afiliados pasaron al régimen subsidiado. Esto amplió la cobertura a sectores históricamente marginados de la seguridad social. Sí, es verdad que eso representa una carga financiera, pero también es una muestra de que el Estado dominicano asumió su rol de protector de la salud colectiva.
Hoy miles de familias pueden contar historias que antes eran impensables: operaciones millonarias, tratamientos contra el cáncer, medicamentos de altísimo costo… todo cubierto sin que los pacientes deban hipotecar sus casas o endeudarse de por vida. Lo que otros seguros privados niegan o limitan, SENASA lo cubre. Esa es su mayor virtud… y también su mayor desafío.
Porque detrás de cada cifra de déficit, hay un niño con leucemia que sigue recibiendo quimioterapia. Hay una madre que venció un cáncer de mama. Hay un padre que recuperó la esperanza tras un trasplante renal. Cada peso invertido en SENASA se traduce en vida, dignidad y futuro.
Por eso, la discusión no debe centrarse en si SENASA está mal administrado —los informes demuestran lo contrario— sino en cómo reforzar su sostenibilidad financiera. El Estado debe seguir aportando su cuota y blindar los recursos para que este modelo solidario no solo sobreviva, sino que se fortalezca.
Mientras otros esquemas dejan fuera a los más débiles, SENASA los abraza. Y aunque cueste millones, no hay inversión más humana y justa que salvar vidas.
Desde El Nuevo Norte, defendemos el derecho de todos a la salud y exhortamos a que el debate público se enfoque en lo que de verdad importa: garantizar que SENASA siga siendo ejemplo de protección social y esperanza para quienes más lo necesitan.