✍️ Por: Angélica Castillo
Sosúa, Puerto Plata.– Las mujeres de Sosúa, las verdaderas, las que nacimos, crecimos y llevamos este pueblo en la sangre desde nuestras abuelas, hoy levantamos la voz. Porque nuestra historia no se limita a los estigmas que han querido imponernos.
Nací en Los Charamicos, donde muchos solo ven callejones y playas, pero yo veo historia, comunidad y raíces. Me formé aquí, crecí entre los aromas de la cocina dominicana, el bullicio de las frutas en el mercado y las oraciones de una madre que siempre creyó en mí.
Y sí, aunque todavía hay quienes me preguntan con ese tono cargado de prejuicio:
“¿Y tú estás casada con un extranjero?”
Como si ser mujer, profesional y tener logros en Sosúa necesitara siempre de “un empujoncito”.
NO. Me rehúso a aceptar esa narrativa.
Mi historia no fue escrita con atajos. Fue forjada con sacrificio, estudio, trabajo, fe y noches sin dormir. Hoy soy creyente, mujer, empresaria, madre de cuatro y esposa de un hombre más dominicano que el mangú con los tres golpes.
Con mi esposo, construimos una familia. No perfecta, pero real. Con amor, con valores, con respeto. También con una perrita que es la reina de la casa.
Sí, desde Sosúa se puede soñar y cumplir.
Ya es hora de que dejen de etiquetar a nuestro pueblo como “la cuna de la prostitución”. Sosúa es mucho más que eso. Sosúa también es esfuerzo, dignidad, talento, mujeres que se levantan, que emprenden, que estudian, que creen y que vencen.
Mi nombre es Angélica Castillo, hija de don Rafael Castillo, el del puesto de verduras en el mercado, a quien ahora le dicen con orgullo:
“El papá de la doctora”.
Y no, no necesito más explicaciones.



