Palo Amarillo, Sabaneta de Yásica, Sosúa.- En Arroyos de Navas, Luperón, Puerto Plata, el 13 de diciembre de 1941, ese fue el punto de partida de la vida de Teo Lara, hijo de padres mocanos que, desde pequeño, aprendió el valor de la tierra, el trabajo y la familia.
En 1967 emigró a los Estados Unidos, donde permaneció por 20 años. Durante ese tiempo, además de trabajar, mantuvo vivo el sueño de regresar a su país. En 1968 unió su vida en matrimonio con su compañera inseparable, Doña Isis Luciano, con quien ha compartido alegrías, sacrificios y el proyecto de toda una vida.
En 1987, tras dos décadas en tierras extranjeras, Teo regresó definitivamente a la República Dominicana. Desde entonces, hace ya 38 años, se ha dedicado con empeño a trabajar y vivir en su finca de Palo Amarillo, Sabaneta de Yásica, municipio de Sosúa, un terreno que con el tiempo se convirtió en su mayor orgullo.
Hoy, a sus más de 80 años, Teo Lara ha encontrado en la pitahaya un cultivo que le devuelve la misma energía y esperanza que él deposita en la tierra. Con voz pausada y una mirada que refleja experiencia, explica:
“La pitahaya crece cinco centímetros casi todos los días. Si tú te sientas, la ves crecer… es increíble”.



Durante la entrevista del 21 de agosto de 2025, Teo compartió su filosofía sobre el cultivo de la pitahaya:
“Primero siembro para comer, luego para regalar, y después para vender”.
Hace poco más de un mes realizó la última poda y ya observa cómo las plantas avanzan, transformando su finca en hileras verdes que prometen frutos coloridos y de gran valor. Para él, la pitahaya es más que un negocio:
“La pitahaya es agradecida, lo que tú le das, te lo devuelve multiplicado”.

Su visión va más allá de producir. Teo sueña con convertir su finca en un espacio modelo, donde jóvenes y agricultores puedan aprender sobre este cultivo. Su mensaje es claro: la agricultura dominicana puede ser rentable, moderna y sostenible, siempre que se trabaje con amor y disciplina.



La flor de la pitahaya, que se abre solo en la noche y desaparece al amanecer, es metáfora de su propia vida: paciencia, dedicación y esperanza. Como él mismo afirma:
“La pitahaya es como la vida del campesino. Uno siembra, espera, cuida… y cuando llega el fruto, entiende que valió la pena”.
La historia de Teo Lara, nacido en Arroyos de Navas y formado en la vida entre Estados Unidos y República Dominicana, es la de un hombre que nunca se desprendió de sus raíces. Entre el amor de su compañera Isis, el trabajo y la vida en su finca de Palo Amarillo, Sabaneta de Yásica, Sosúa, y la visión de futuro, ha hecho de la pitahaya el símbolo de una vida sembrada con esfuerzo y cosechada con orgullo.