Puerto Plata. – Nacido en la costa atlántica y formado a fuego en la Guerra de la Restauración, Ulises Heureaux “Lilís” emergió como el hombre fuerte de fines del siglo XIX. Su promesa de paz y orden le ganó el apelativo de El Pacificador, pero su gobierno instaló un sistema autoritario que controló la vida política y la economía nacional por casi dos décadas. 
Desde el poder, Heureaux impulsó obras clave: ferrocarril Santiago–Puerto Plata, electrificación de la capital y puente sobre el Ozama; profesionalizó ciertas áreas del Estado y modernizó al Ejército, al tiempo que favoreció el giro azucarero del país hacia los mercados de Estados Unidos. Sin embargo, su proyecto descansó en préstamos externos y favores a grupos económicos que fueron ahogando las finanzas públicas. 
El endeudamiento con la banca Westendorp (1888) y, tras su quiebra, con la San Domingo Improvement Company (1893), que tomó control de la deuda a cambio de los ingresos aduaneros, amarró a la República Dominicana a compromisos crecientes. En 1897, cercado por la crisis, el régimen recurrió a las “papeletas de Lilís”, una emisión sin respaldo que golpeó al comercio y minó apoyos en la región del Cibao. 
La tensión desembocó en su asesinato en Moca el 26 de julio de 1899, a manos de opositores liderados por Ramón Cáceres. Con su muerte, el país heredó una deuda exorbitante y una institucionalidad debilitada que condicionaría la política y la economía de las décadas siguientes. 
Hoy, a más de un siglo, Lilís sigue siendo figura controvertida: para unos, el hombre que pacificó y modernizó; para otros, el dictador que hipotecó el futuro con deuda y represión. Su vida y muerte permanecen como advertencia sobre los costos de concentrar poder y financiar estabilidad a crédito. 




