Una mujer superada: “Mi hijo de 14 años me sacó de las drogas”

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Salir adelante no era opción para la dueña de la historia de hoy. Después de disfrutar de la familia que toda mujer, de seguro, quiere tener, vio desmoronarse su hogar cuando su único hijo apenas tenía seis años.

La depresión se adueñó de su vida. No podía callar su mente. “Todo el tiempo mi cabeza me decía, haz algo, no te quedes así, tienes un niño que te necesita…”. Las lágrimas se encargaron de concluir la cita.

El tiempo pasaba y, la mujer que llegó a esta Redacción para darle visibilidad a su historia más no a su rostro, se hundía cada día más en lo que ella llama: “El hoyo del demonio”.

Aprovechando que su madre le ayudaba con el niño, comenzó a salir. “Cogí calle. Salía del trabajo y me iba para donde me invitaran. Quería olvidarme de la decepción tan grande que pasé”. Ella tenía más de 10 años de relación con el hombre que la cambió por otra mujer.

“Cuando comencé a tener amores con él (papá de su hijo), yo tenía 16 años y el como 21. Después, cuando yo tenía 19, nos juntamos. Salí embarazada de una vez. Ese hombre estaba feliz cuando nació ese niño, y eso como que lo hizo trabajar más y nunca nos faltó nada”. No se queja de la vida que le dio a ella y a su hijo mientras vivieron en familia y en paz. “Es una persona muy trabajadora”. Lo reconoce.

Ella también comenzó a trabajar con su exmarido cuando el niño tenía dos años. “Él es negociante, bregaba con vegetales y frutos. Yo lo ayudaba y me pagaba mi sueldo. Nos iba muy bien. Tú sabes, eso molesta, hay gente que no puede ver el progreso del otro”. La debacle de su relación se la atribuye a personas mal intencionadas.

Prosigue su relato con un rostro que “dice” muchas cosas, pero también calla otras tantas. ¿Culpas a alguna persona de tu caída en las drogas? “Ya estoy en los caminos del Señor junto a mi hijo, y no quiero mencionar nombres. Dios pone cada cosa en su lugar. Se lo he dejado a Él”. Hoy prefiere hablar lo positivo que sacó de todo esto.

Después de abandonarla con su niño tan pequeño, él lo seguía manteniendo. Ella tuvo que dejar el trabajo que tenía con su ex, pero poco tiempo después consiguió un empleo con una prima. “Ella es como mi hermana y tiene un esposo con una comercializadora grande. Se lo agradeceré toda la vida”. No sabe si ese mismo trabajo fue su perdición. Ahí conoció a quien le dio droga por primera vez.

Una “probadita” que le salió cara

Entre unas lágrimas que le permitían seguir contando su historia, la protagonista de hoy deja saber que, fue en el cumpleaños de una compañera de su nuevo empleo, en el que para entonces ya tenía como seis meses, que uno de los muchachos le brindó “la oportunidad” de salir de esa depresión.

 “Estábamos en un rancho por la Victoria, era un pasadía. Ya yo, con unos tragos encima, decido no tomar más, pero me puse a llorar. Recuerdo que esa persona me dijo: ‘Muchacha, no sufra por nadie, toma esa pastillita’ y me la bebí”. A partir de ahí su mundo cambió.

“Después de eso, el lunes, cuando volvimos al trabajo, porque fue sábado el bonche, le dije que no me gustó lo que me hizo. Me pidió excusa y alegó que me vio muy mal. Pero en honor a la verdad, después fui yo que le rogué que me buscara otra, y después más, hasta que me envolví y me convertí en una adicta”. Hoy su llanto no se debe a aquel sufrimiento, sino a lo orgullosa que está de que su hijo, cuando apenas tenía 14 años, fue quien la ayudó a salir del mundo de las drogas.

Después fui yo que le rogué que me buscara otra, y después más, hasta que me envolví y me convertí en una adicta.
Después fui yo que le rogué que me buscara otra, y después más, hasta que me envolví y me convertí en una adicta.Shutterstock

Fueron ocho años de suplicio. Él tenía seis años y pico cuando ella cayó en el vicio. “Cuando iba creciendo le decía a mi mamá: ‘no tenemos dinero para internarla en un centro de esos, pero yo la voy a sacar de ahí’. Ya yo no tenía trabajo, vivía atento a mi mamá, y el papá siempre se ha ocupado de su hijo. A los 14 y algo, acomodó un cuarto vacío que tenía mami con un baño, y me trancó. Yo lloraba y decía que me sacaran, pero no lo hizo. Él lloraba también y mi mamá. Los vecinos lo ayudaron. Me vigilaban cuando él iba para la escuela”. Esto le crea una mezcla de culpa y de orgullo.

“Mami, sánate para mí, yo no estoy guapo contigo, sé que estás enferma”

La dueña de esta historia agradece todo el apoyo que recibió de su hijo.
La dueña de esta historia agradece todo el apoyo que recibió de su hijo.Shutterstock

Fue a los 26 años que la dueña de la historia de hoy inició el camino hacia la perdición, como ella le dice a los ocho años que duró sumergida en el mundo de las drogas. Esa misma batalla que ella libraba entre sus emociones, su descuido con su hijo, el tormento que le daba a su mamá y el deterioro de su salud la sufría su niño que desde pequeño la veía llegar en mal estado a su casa.

“Eso si me duele, y no me alcanzará la vida para pedirle perdón a mi hijo, porque le dañé su infancia y me culpo por eso. Fui muy débil, me dejé llevar por la vía más fácil y que luego resultó ser la más difícil de salir. Pero también, me moriré agradeciéndole a mi hijo que me sacó de ahí”. Es normal que la melancolía la asalte.

Cuando aquellos tiempos llegan a su mente, llora, “pero ya lo hago de alegría, porque tú sabes lo grande que es que el Señor te mande un ángel a salvarte, y que ese ángel sea tu propio hijo…, es demasiado”. Su fe también ha sido un arma poderosa para que hoy esté donde se encuentra. Tiene trabajo, y por si fuera poco, su jefe le prometió pagarle sus estudios universitarios, los que empezará en enero del año que se acerca.

El proceso de sanación

“Fue algo fuerte, muy fuerte lo que viví, o más bien, lo que vivimos. Yo recuerdo que en el cuarto donde me encerraron duré un buen tiempo. Me pasaban la comida y el agua por un hoyo que mi niño le hizo a un lado de madera que tiene la habitación. Todo con el permiso de mi mamá. Al principio yo botaba todo, pero después me picó el hambre y comencé a comer y a tomar el agua. Fue algo duro”. Su mayor aliciente eran las palabras de su hijo.

Antes de irse y luego de llegar de la escuela, le hablaba con amor. “No olvido sus palabras”. No puede seguir contando y hace una pausa. Se repone. “Me decía: ‘Mami, sánate para mí, yo no estoy guapo contigo, sé que estás enferma, pero te voy ayudar a sanar. Yo te amo y te necesito bien, aguanta, mami, pronto saldrás nueva de ahí’”. Decir esto no sólo provocó sus lágrimas. La empatía estuvo de visita.

Esas palabras de aliento y reflexiones de su hijo, aún adolescente, le daban fuerza. “Me hincaba, hablaba con Dios, le pedía ayuda, lloraba, cantaba, reía… Cada día era un motivo más para hacerme merecedora de tener un hijo tan valioso como el que tengo”. Tanto es así que, ya a los 20 días de estar ahí, se sentía serena. Anhelaba que llegaran esos momentos de charla con su tesoro. Sus deseos de abrazarlo estaban a una puerta de distancia.

El tiempo pasaba, y cada vez la madre orgullosa estaba mejor. Ella misma aceptó que una persona experta en tratar adicciones, la tratara. “El papá de mi hijo, irónicamente, fue quien la buscó y la pagó, porque de verdad, podrá ser lo que sea, pero es el mejor padre del mundo y sufría por ver a su muchacho pasar por eso”. Ahora entiende muchas cosas y le exhorta a las personas a que nunca busquen esa salida.

Luego de un tiempo, la protagonista de esta historia fue a terapia para salir de la adicción.
Luego de un tiempo, la protagonista de esta historia fue a terapia para salir de la adicción.Shutterstock

Estudios y superación

La mujer, que hoy tiene 39 años y a su hijo de 19, está más que agradecida de haber salido de ese “pantano”. Ambos han ido saliendo adelante. Él estudia ya en la universidad y trabaja con su papá en su tiempo libre. Ella entrará en enero a estudiar Bioanálisis. “Soy una persona liberada en el nombre de Dios, y la madre más orgullosa del mundo”. Al decir esto sus ojos se aguaron, pero de alegría.

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