Por: Omar Messón.-
Sosúa, Puerto Plata –En 1873 se publicó una obra sustentada en fotografías del investigador histórico y sociológico Samuel Hazard, titulada Santo Domingo past and present, muestra que ha resultado ser un documento determinante para estudiar la historia y la sociología de la República Dominicana del Siglo XIX.
Desde que Joseph Nicéphore Niépce hizo los primeros experimentos capturando imágenes con el recurso de la luz y la oscuridad, la fotografía ha devenido en un auxiliar fundamental para guardar la memoria histórica de los pueblos y de su gente.
Desde hace unas semanas, un sosuense de los de verdad ha venido publicando fotos en su cuenta de Facebook que representan la memoria histórica del corazón de los sosuenses. Se trata de Junior Vargas Hernández, un inquieto comunicador que ha decidido, luego del éxito alcanzado por sus primeras publicaciones fotográficas, conectar los tiempos de este pueblo, armar de nuevo corazones, recrear los lazos de amor y de amistad a través de las imágenes.
En principio, Junior tenía que salir a buscar las fotografías; ahora las fotografías lo asedian a él. Todo el mundo sosuense quiere enviar fotos de sus familiares, de amigos, de ellos mismos, para que el pueblo no se olvide de sus quereres.
Todos nos hemos convocado al juego ineludible del recuerdo. Todos participamos. Todos queremos formar parte de esta amorosa recreación del espíritu histórico de nuestro pueblo.
Esa muestra de imágenes no es fortuita ni casual: se da justo en el momento en que necesitamos reconfirmarnos como pueblo, como conglomerado, como sociedad. La historia misma requiere de sus manejos, impulsa su resurrección, marca los pasos para desdeñar su olvido.
Esto que está realizando Junior Vargas —y que cuenta con la colaboración de todo un pueblo, de todos sus ciudadanos, los que estamos aquí y los que están allá— es una manifestación de nuestra necesidad de reencontrarnos como clan, como tribu, como comarca, como ciudad, como pueblo.
Esta muestra, de manera deliberada o no, procura solamente recordarnos los unos a los otros, recrear esa latencia de cariño, ese arraigo insustituible, luchar encarecidamente contra el olvido.




