La comunidad judía en República Dominicana: historia, tradición y desafíos

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Por: PETRA SAVIÑÓN.-

Antes del refugio otorgado en 1940 por el dictador Rafael Leónidas Trujillo a los judíos que huían de la persecución nazi durante la Segunda Guerra Mundial, la historia registra una entrada en 1493, para salvar sus vidas y preservar la religión frente a las persecuciones y otra en 1795, motivada por la certeza de que sus prácticas no tendrían censura.

Los avatares no terminan y esa congregación enfrenta ahora a un enemigo distinto: el desinterés de los descendientes por continuar la tradición, que arrastra también la no enseñanza de la lengua hebrea.

Aunque la data estatal fija la población originaria de Israel o de ascendencia en 3,000 miembros, alrededor del 85 % concentrados en la capital, solo hay dos sinagogas, el Centro Israelita en Santo Domingo, con capacidad para 100 personas y la Comunidad Judía de Sosúa, en Puerto Plata, para 50, pese a que las reglas judaicas consignan una a partir de los diez habitantes.

En la sosuence, desde hace dos años y de cuando en vez, oficia un rabino de Miami, sobre todo, en actividades como Rosh Hashaná (celebración de año nuevo), Janucá (fiesta de las luces), Pésaj (salida de Egipto) y Yon Kipur (día de la expiación o el perdón).

Es un lugar pequeño y hermoso, de madera. Siete ventanas exhiben vitrales con los oficios que ejercían los colonos y las dos puertas alusiones al Tanak, la Biblia hebrea, de 24 libros, los cinco primeros la ley o Torah y los otros Nevi’im, profetas, y Ketuvim, historias.

Los registros muestran que los primeros judíos que arribaron a La Española eran sefardíes, o de Sefarad, nombre con el que llamaban a la península Ibérica. Corrían de España y Portugal, más de la primera, que les quería obligar a abrazar el catolicismo. Aquí practicaban su religión a escondidas y otros la dejaron.

Casi cuatro siglos después, huirían nueva vez, empezaron a poblar las antillas menores, donde el reino español no tenía incidencia, no les alcanzaba la fiereza de la Santa Inquisición y a este lado llegaron de modo masivo en 1795, con la isla completa dominada por Francia.

Tales amenazas no existen ni prevalecían cuando Trujillo ofreció refugio a 100 mil, un número que según el historiador Ramón Antonio Gutiérrez quedó muy lejos del que al final vino. El gobierno expidió 5,000 visas y las dificultades para salir de Europa impidieron su aprovechamiento. “En conclusión, alrededor de 700 fueron los recibidos, formaron una colonia en Sosúa y al final poco a poco mermó. Sin mucha prosperidad económica y para estudiar la secundaria había que moverse a Puerto Plata, además enfermaban. Eligieron ese poblado porque la comisión judía que indagó lo consideró idóneo”, sostiene.

En 1944, del grupo solo quedaban 430, de esos 232 casados, 137 solteros y 37 solteras y 70 niños, 46 nacidos en el asentamiento. Emigraron a la capital o al extranjero. Ya su número no sobrepasa los 100, incluidos los procreados con dominicanos.

Gutiérrez asegura que la población los acogió sin reservas y que tenían libertad de culto, tanto que al año siguiente de su llegada habían levantado la sinagoga y luego el colegio Cristóbal Colón, después nombrado Luis Hess, en honor a un refugiado.

Precisa que las puertas estuvieron abiertas desde siempre. En 1882 el héroe de la Restauración y expresidente Gregorio Luperón sugirió amparar a los que huían de Rusia.

Con este recorrido, quiere asentar que nunca hubo impedimento para que ejercieran su religión y que, al contrario, fueron respetados, lo mismo que hoy.

Una versión de integración la ofrece el judío Avital Ben David Neumann (Avi), que no vino en el grupo de 1940. Llegó desde Israel, donde nació. Lo trajo su padre, Manfred, en 1961, tenía 24 años. Casó con la dominicana Nieves Hernández, procrearon tres hijos, Ilana, Orly y Amir.

Cantor que ante la falta de un rabino que supiera hebreo y dominara la tradición, introducido por su progenitor celebró durante 16 años en el templo de la comunidad puertoplatense.

Su perfil es llamativo. Judío e israelí, hijo de un nacido en Alemania, que mantuvo la religión de sus ancestros y que, tras la conclusión de la guerra y la fundación de Israel en 1948, quiso establecerse en el suelo familiar. A Manfred lo motivaron a venir parientes exiliados.

Ilana afirma que nunca ha sentido discriminación, que iban a la escuela con los otros niños y siempre mantuvieron una buena relación. La integración es tan evidente que fue dos veces alcaldesa y dos diputada.

Le preocupa el rumbo de su doctrina en el país y entiende necesario un trabajo de reavivamiento, sobre todo, con los jóvenes, para lo que define esencial reabrir el museo, que cuenta la travesía de los migrantes y está en rehabilitación. Es menester formar rabinos, que requieren estudios, lo mismo que los curas y pastores evangélicos. “La sinagoga es parte de nuestra historia, de nuestra identidad y hasta mostraríamos al mundo esos hábitos, el turismo religioso tiene mucho peso”, manifiesta esta mujer, que vive en un polo turístico que empieza a abrir las alas de nuevo y en cuyo avance económico y cultural es señalado el trabajo de los colonos.

Durante su gestión en la municipalidad construyó el parque mirador, en playa Alicia, un homenaje a la comunidad judía y a la hermandad con el pueblo dominicano.

Para avivar la llama, la congregación capitaleña abrió un chabad, espacio de inspiración, entendimiento y conciencia, que incluye tienda y restaurante. Son dirigidos por Shimon Pelman, con quien, mediante la intervención del embajador israelí Raslan Abu Rukun, se trató de hablar para este reportaje, pero no fue posible.

Ilana explica que mantienen contacto con fieles del Distrito Nacional y acuden a celebraciones. Lamenta que corrientes como el judaísmo mesiánico ganen terreno. El nombre parece una rareza, puesto que la propia religión judía está sustentada en la venida de un redentor y la figura de Jesús surgió de esa espera y también era judío.

Issac Lalo Cohén es el presidente de los judíos en República Dominicana. Habla de los esfuerzos para mantener viva la fuerza de la congregación, cimentados sobre la educación y la fiel creencia en Dios, las tradiciones y el cuidado de los preceptos de la Torah.

El trabajo incluye sostener una comunidad unida y velar por el interés de todos, de los ancianos, de los más necesitados. “Celebrar juntos nuestras alegrías y llorar juntos nuestros lutos, cuidar las festividades y el Shabat”.

Aunque la sinagoga es asamblea, lugar de reunión, los servicios solo son en Shabat, que para los judíos es viernes desde las 6:00 de la tarde hasta el día siguiente a la misma hora, exclusivos para los de fe o miembros de la comunidad.

En el país son celebrados el año nuevo o Rosh Hashaná, Yom Kipur, Janucá y Pésaj, cada uno con su significado religioso e histórico.

Las expresiones judío, israelí, israelita, semita, hebreo y sionista son diferentes. Judío es quien profesa la religión y cultura judaica, israelí es el gentilicio de un ciudadano de Israel. Israelita refiere a los del antiguo pueblo. Los semitas son descendientes de Sem, hijo de Noé, y abarcan también a los árabes. Hebreos son los antecesores de los israelíes y el nombre de su idioma. El sionismo es un movimiento nacionalista que defiende el derecho de los israelíes a fijar su patria en el terreno en el que está.

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