“Eres haitiano con documento”, le dijo el policía en labor de control migratorio a Franklin Dinol, trabajador y activista social, cuando al ser arrestarlo este le mostró sus documentos de identidad.  Esa expresión del policía rebela lo que está en la conciencia de diversos sectores de la población dominicana, que una persona de origen haitiano nunca es ni podrá ser dominicano, algo reforzado por la más aberrante de las sentencias de tribunal alguno: la 168-13, de carácter retroactivo. Igualmente, la referida expresión evidencia ese racismo que desde siempre ha existido en la sociedad dominicana, acentuado con el ambiente de cruzada creado entorno a las deportaciones sin el debido proceso de los últimos años.

En el cuartel policial, Dinol fue dejado en libertad, no sobre la base de un protocolo regulatorio de las deportaciones, sino por diligencia de activistas sociales y religiosos que acudieron a su auxilio. Junto a Dinol fue apresado el motoconchista de origen haitiano que lo llevaba al trabajo, este tenía sus papeles, obtenidos bajo el amparo de la Ley 169/14, pero estaban vencidos. Misma condición en que están los cerca de 200 mil desnacionalizados por la infame Sentencia. “Haitiano con documento”, esa expresión, como dijera el destacado intelectual perredeísta/perremeista Hugo Tolentino, en su panegírico a José Francisco Peña Gómez, “obliga a pensar en la infamia y la tragedia… en la infamia y la tragedia que desde su niñez se abatieron contra él”.

Peña Gómez fue uno de los dominicanos más ilustres de nuestra historia, un prócer de la democracia dominicana, pero para diversos sectores de la oligarquía y segmentos de las capas medias dominicanas, los partidos que le adversaron y dentro del que fuera su partido, nunca lo aceptaron como dominicano de pleno derecho. Por eso, a pesar de su condición de prócer se le negó ser presidente de la República. A muchos nos resulta incomprensible la premura e insensatez de la medida de las deportaciones masivas, resulta difícil establecer de qué cabeza surgió esa malhadada idea. Pero, recordemos que en política una idea, por más genial o torcida que sea nunca sale de una sola cabeza, generalmente sale de un contexto, de un estado de ánimo que sube, baja y se mueve como una pluma empujada por el viento.

Ese estado de ánimo: racismo y antihaitianismo, en este caso expresada en la nada casual ocurrencia del referido policía, lo mantiene como arma política y razón de ser, ese grupo/remante trujillista que tiene una notable presencia en diversas instancias del poder. Ese grupo es el más activo en la difusión de delirantes mitos conspiranóicos, del odio, de las mentiras infames, pero también con esas ideas están presentes en partidos de oposición y en el mismo PRM. Están en determinadas áreas de algunos ministerios, y hasta en la Universidad de Asdrúbal Domínguez, Amin Abel, Guarocuya Batista, Hugo Tolentino, hay portadores de esas ideas que aspiran a decanos y a directores de Escuelas. Un despropósito, sobre el que deben reflexionar las mentes más sanas del gobierno.

Por otro lado, podría pensarse que otro elemento que explicaría la medida de deportaciones masivas, es ponerle presión a las potencias relacionadas con Haití para que asuman más resueltamente su socorro a ese país. Es posible, pero esa medida es a todas luces inconducente. No se puede ganar la voluntad ni la interlocución de algunos países si tiene como supuestos o reales aliados a quienes, por impúdico oportunismo, tienen como discurso los mitos y mentiras contra esos países. Tampoco en un ambiente de exacerbación del mito de que la nación dominicana está construida sobre la base de la hispanidad y por eso tenemos una cultura, costumbres, lengua y RAZA de “una sola cepa”, no de varias que son las forjadoras de nuestra identidad.

Enseñar ese disparate y realizarlo y publicitado con fondos públicos a través de videos y documentales, además de ridiculizarnos es un absurdo. Para el policía, Dinol era “haitiano (inmigrante) con documento”, pero ahora la infamia contra los nacionales haitianos o de origen va más lejos. El más notorio de los ultranacionalistas, de origen trujillista, dice que ya no se puede hablar de migración, sino de un «éxodo masivo de ocupación», teniendo un coro de mansos y cimarrones (venidos de izquierda y de derecha) que repiten tan malsana imbecilidad. Para ellos, los inmigrantes de origen haitiano son “invasores”, son ese enemigo interno que construyen algunos grupos o estados “para darle al pueblo esperanza” o ganar adeptos para sus proyectos.

Honestamente, no creo que esencialmente sea ése el objetivo del gobierno al decretar las deportaciones masivas, pero sí de algunos que gravitan sobre este.  No calibró la magnitud del estupor que esta produciría dentro y fuera del país, ni advirtió que esa decisión recordaría lúgubres episodios de nuestra historia, además de esa infamia y tragedia que persiguieron a Peña Gómez desde su niñez, que con amargura expresara Hugo Tolentino en la despedida a su entrañable amigo. El gobierno debe replantearse su política, pues no puede manejar esas deportaciones simultáneamente con una contrarreforma municipal, y las reformas constitucional y fiscal. Demasiado carne en el fuego.

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