InfoENN.- La noche del colapso del techo de la discoteca Jet Set no fue una noche cualquiera. Era un evento especial, una presentación de Rubby Pérez, la voz emblemática del merengue. El lugar estaba lleno. Había alegría, nostalgia, y esa energía vibrante que solo se siente cuando miles de personas cantan y bailan al unísono. Fue en ese preciso momento, cuando el corazón colectivo latía más fuerte, que la tragedia ocurrió.
No fue antes. No fue después. Fue en el instante exacto en que el lugar estaba más vivo. Y por eso, duele más.
La pregunta inevitable es: ¿por qué se desplomó justo entonces?
Como ciudadano, empresario y observador de nuestra sociedad, me niego a aceptar que fue simplemente mala suerte. La estructura física de una edificación de concreto no colapsa por capricho. Lo hace por negligencia acumulada, por fallas ocultas, por decisiones que no se tomaron a tiempo. A veces, por el abandono disfrazado de confianza. O por ese “aquí nunca ha pasado nada” que tanto nos cuesta dejar atrás.
Las estructuras envejecen. El concreto se agrieta. El acero se corroe. Las remodelaciones cambian los equilibrios. Y la falta de mantenimiento, en un país donde la prevención rara vez es prioridad, es el enemigo silencioso de todo lo construido.
Esa noche, el Jet Set operaba en condiciones extremas: con capacidad máxima, sonido estruendoso, luces, calor, vibración y cientos de cuerpos moviéndose al ritmo de un merengue inmortal. Si la estructura ya estaba comprometida —como parece ser el caso—, ese cúmulo de factores no hizo más que llevarla a su punto de quiebre.
El desplome fue una tragedia anunciada, aunque no lo supiéramos. Lo que no hicimos antes —evaluaciones estructurales, mantenimiento profundo, inspecciones periódicas— lo pagamos con vidas.
Ahora nos toca más que llorar a los muertos. Nos toca reflexionar y exigir que la cultura de la prevención deje de ser una excepción. Que lugares como el Jet Set, con valor histórico y emocional, no sean solo íconos del entretenimiento, sino también ejemplos de seguridad y responsabilidad.
La historia nos dirá cómo ocurrió todo. Pero ya sabemos por qué pasó.
Porque lo dejamos pasar.