Sosúa, Puerto Plata.– A orillas del Atlántico, en el corazón del municipio de Sosúa, se esconde una historia poco contada, pero profundamente influyente: la de una comunidad judía que no solo sobrevivió al horror del Holocausto, sino que también sembró las semillas del desarrollo económico y turístico del norte dominicano.

Todo comenzó en 1940, cuando un grupo de judíos europeos encontró refugio en Sosúa gracias a un acuerdo sin precedentes promovido por el dictador Rafael Leónidas Trujillo. A través de la Sociedad Dominicana de Colonización (DORSA), se les otorgaron tierras, viviendas y recursos para comenzar una nueva vida.

La agroindustria como base

Los refugiados fundaron una cooperativa agrícola y ganadera que daría origen a Productos Sosúa, una de las marcas más emblemáticas del país. Esta empresa revolucionó la producción local de embutidos, quesos, leche y mantequilla, y sentó las bases de una economía más moderna y diversificada en la región.

Además, crearon talleres de carpintería, fábricas de conservas y desarrollaron técnicas de cultivo avanzadas, mejorando la calidad del ganado y el rendimiento agrícola.

Turismo: una segunda transformación

Con el paso del tiempo, la comunidad judía comenzó a invertir en hoteles, restaurantes, centros culturales y urbanizaciones, contribuyendo directamente a la consolidación del turismo en Sosúa. Este nuevo enfoque coincidió con el auge del turismo internacional en la República Dominicana, y Sosúa se posicionó como uno de los primeros polos turísticos del país.

Se crearon espacios multiculturales y abiertos al mundo, con una arquitectura influenciada por Europa, servicios de alta calidad y un ambiente acogedor para extranjeros. Algunos descendientes de estos primeros colonos aún mantienen negocios hoteleros o turísticos en la zona.

Una huella profunda en el desarrollo del norte

Este proceso de transformación —de la agroindustria al turismo— convirtió a Sosúa en un modelo de desarrollo económico progresivo. A su vez, este legado fue clave en el impulso del turismo hacia otras zonas del norte como Cabarete y Puerto Plata.

Hoy, el Museo Judío de Sosúa, la sinagoga y los testimonios de familias locales mantienen viva esta historia de esperanza, integración y trabajo que transformó no solo un pueblo, sino toda una región.

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