Sosúa, Puerto Plata.– Mientras el mundo cerraba fronteras y millones de judíos huían de la muerte bajo el régimen de Adolf Hitler, República Dominicana se convirtió en el primer país de América en ofrecer refugio seguro a los perseguidos, marcando un hito histórico de solidaridad y humanidad.
En los años 40, a través del acuerdo establecido con la Sociedad Dominicana de Colonización (DORSA) —una organización apoyada por el Joint Distribution Committee de los Estados Unidos—, el gobierno dominicano permitió el asentamiento de hasta 100,000 refugiados judíos. Aunque finalmente llegaron alrededor de 700, su impacto fue duradero.
La travesía: del horror a la esperanza
Los primeros colonos judíos arribaron en barco desde Europa, escapando de la persecución nazi. Muchos desembarcaron sin hablar español, sin conocer el clima ni la cultura caribeña, pero con un profundo deseo de reconstruir sus vidas en libertad.
El reparto de tierras y la vida agrícola
Al llegar a Sosúa, se les otorgaron parcelas de tierra, viviendas básicas, ganado, y herramientas agrícolas. Formaron una cooperativa agrícola organizada, donde se cultivaban frutas, vegetales, y se criaba ganado. De esta organización surgió Productos Sosúa, una empresa que hoy sigue siendo símbolo de calidad y tradición alimentaria en el país.
Convivencia pacífica y mestizaje
Los colonos judíos no solo construyeron negocios y granjas: construyeron lazos. La comunidad vivió en armonía con los pueblos nativos dominicanos, compartiendo costumbres, aprendizajes y también corazones. Muchos de los hombres judíos que llegaron eran solteros, y se casaron con mujeres dominicanas, dando origen a una generación mestiza que combinó raíces europeas y caribeñas.
Fe, gratitud y comunidad
Aunque sus raíces religiosas eran judías, los colonos desarrollaron una espiritualidad cargada de gratitud. Nunca olvidaron que República Dominicana les salvó la vida. Levantaron una sinagoga y fundaron el Museo Judío de Sosúa, que hoy guarda los testimonios de ese capítulo de luz en tiempos de oscuridad mundial.
Un legado de paz
El asentamiento judío en Sosúa no solo representa un acto de valentía por parte del país, sino un ejemplo de cómo la diversidad puede enriquecer una nación. Gracias a esta decisión humanitaria, la zona norte del país se transformó económica y socialmente, convirtiéndose en un motor de desarrollo y multiculturalismo.
El primer grupo de colonos judíos que llegó a la República Dominicana como parte del acuerdo de refugio con la DORSA (Dominican Republic Settlement Association), arribó en el año 1940, específicamente el 8 de mayo de 1940.
El barco que los trajo se llamaba “Ibérica”.
Este primer grupo estuvo compuesto por alrededor de 42 refugiados judíos alemanes y austriacos, quienes llegaron al puerto de Puerto Plata y posteriormente fueron trasladados a Sosúa, donde se les asignaron tierras, viviendas y recursos para iniciar una nueva vida agrícola.
Este hecho marcó el inicio del único asentamiento judío planificado en América Latina durante la Segunda Guerra Mundial, y representó una excepción humanitaria en un momento en que muchos países del mundo cerraban sus fronteras a los refugiados judíos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la República Dominicana se destacó como el primer país de América en ofrecer refugio a judíos que huían del régimen nazi. Este gesto humanitario se concretó a través de la Sociedad Dominicana de Colonización (DORSA), respaldada por el Joint Distribution Committee de los Estados Unidos.
Llegada de los primeros refugiados a Sosúa
El 8 de mayo de 1940, el barco Ibérica arribó al puerto de Puerto Plata con 42 refugiados judíos alemanes y austriacos. Estos pioneros fueron trasladados a Sosúa, donde se les asignaron tierras, viviendas y recursos para iniciar una nueva vida agrícola. Cada colono recibió 80 acres de tierra, 10 vacas, un mulo y un caballo, como parte del acuerdo establecido entre DORSA y el gobierno dominicano.
Contexto internacional y obstáculos previos
Antes de encontrar refugio en la República Dominicana, muchos judíos enfrentaron rechazos en otros países. Un ejemplo notable es el del barco SS St. Louis, que en 1939 transportó a más de 900 refugiados judíos y fue rechazado por Cuba, Estados Unidos y Canadá, obligando a sus pasajeros a regresar a Europa, donde muchos perecieron en el Holocausto.
Legado y contribuciones
La comunidad judía en Sosúa no solo sobrevivió, sino que prosperó. Establecieron cooperativas agrícolas y fundaron la empresa Productos Sosúa, que aún opera hoy en día. Además, la convivencia con los dominicanos fue armoniosa, y muchos colonos se integraron plenamente en la sociedad local, contribuyendo al desarrollo económico y cultural de la región.
Este capítulo de la historia dominicana es un testimonio del poder de la solidaridad y la humanidad en tiempos de crisis.