Nueva York/ La noche de Halloween de 2019, Claire Chabaud-Tropéano, una joven parisina que había viajado a Nueva York “por impulso”, asistió a una fiesta en Brooklyn vestida como una galaxia, con luces brillando en su traje. Entre la multitud, notó a un hombre con traje y un parche en el ojo: David Redd, un músico de Los Ángeles que estaba visitando a sus amigos.
Durante toda la noche se cruzaron miradas hasta que finalmente hablaron. Ella bromeó con su disfraz —“es muy simple comparado con los demás”— y él respondió con una risa tan contagiosa que, según Claire, “podría escucharla toda mi vida”. Pasaron la noche conversando y durmieron juntos en un sofá, sin siquiera besarse.
A la mañana siguiente, Claire le dio su número, pero lo escribió mal. Pasaron tres días de silencio hasta que apareció un mensaje en Instagram:
“No sé si me diste el número equivocado a propósito, pero por si acaso… hola, soy yo.”
Aunque vivían en continentes distintos, siguieron comunicándose por mensajes y videollamadas. Tiempo después, Claire lo invitó a París. David dudó, llamó a su madre —esperando que le dijera que era una locura—, pero ella le respondió:
“En el peor de los casos, terminarás en París. ¿Qué tan malo puede ser eso?”
David compró un vuelo de 300 dólares y viajó a París.
Así comenzó una historia de amor inesperada, nacida entre disfraces, luces y coincidencias, que demuestra que a veces basta una sola noche —una sonrisa, una conversación, una decisión valiente— para cambiar el rumbo de la vida.





