El peso específico de la ciudadanía constituye el referente por excelencia en la conducta de las organizaciones partidarias. Años atrás la penetración de los líderes políticos pautaba el comportamiento de la militancia y, en ese orden, sus ideas también trascendían las fronteras de la organización. Es decir, la dimensión del jefe político poseía tanta carga social que núcleos ciudadanos no necesariamente adheridos a su pensamiento validaban sus planteamientos alrededor de múltiples aspectos de la vida nacional.
En todo tránsito institucional posajusticiamiento de Trujillo el típico ciudadano seguía a Juan Bosch, Joaquín Balaguer y Peña Gómez, sin orgánicamente militar en los partidos. Y así acontecía debido a la capacidad y dosis de orientación del cuerpo de sus ideas. En la medida que la lógica clientelar sustituyó la forma de ejercer la política, dos elementos afectaron la calidad del producto partidario: escasa preparación y el establecimiento de una lógica de actuación interna muy distante de las aspiraciones ciudadanas.
La mejor manera de explicar la considerable reducción del sentido de militancia en las organizaciones partidarias, lo reflejan los altos índices de abstención. Por eso, el desgano y escaso entusiasmo ha servido de base a la mayor expresión electoral invisibilizada, pero en franco proceso de crecimiento: los sin partido.
La lectura obligatoria, fundamentalmente en la fuerza victoriosa de los últimos dos procesos, debe estar resulta necesario explicarlo, no ganó el PRM sino que la gente se cansó del PL. Insistir en una mirada de carácter arrogante y desprovista de humildad alrededor de los factores del triunfo en 2020 y 2024, abre las compuertas para que el fenómeno toque las puertas de la estructura organizativa en el poder. Y resulta necesario explicarlo, no ganó el PRM sino que la gente se cansó del PLD. Lo que inteligentemente hizo el partido de gobierno puede describirse como una acción de distanciamiento de las inconductas provocadas por largos años ejerciendo el control del aparato administrativo del Estado y los resultados favorables obligan a no calcar los excesos de cuatro períodos consecutivos del PLD.
La lógica de creernos que todo se puede, subestimando la inteligencia popular, ha servido de fuente de frustración y golpes en el pecho en el marco de la deriva opositora. En el escenario de la realidad práctica, el PRM está obligado a no repetir los errores del pasado y fatal vocación destructiva. Y lograrlo será posible en la medida que lo colectivo prevalezca frente a las agendas particulares.
Un país rumbo a reformas estructurales significativas demanda un comportamiento maduro de la principal fuerza electoral, porque la suerte democrática y la de futuros actores será exitosa en la medida que, la mayoría ciudadana, perciba que lo derrotado electoralmente no se está calcando desde el poder. Ojalá, el sentido de ciudadanía modele una gestión que está obligada a cerrar de una vez y para siempre, estilos y conductas que tanto daño generaron al modelo político.